Modelo Intellectus

   El modelo Intellectus, para la medición y gestión del capital intelectual, fue desarrollado por el Centro de Investigaciones para la Sociedad del Conocimiento (CIC) del Instituto Universitario de Administración de Empresas (IADE) de la Universidad Autónoma de Madrid y difundido a mediados del año 2003. 

     Este modelo se enmarca en el campo de trabajo relativo a la medición de los conocimientos de las organizaciones y presenta una propuesta sistémica, abierta, dinámica, flexible e innovadora de medición de los activos intangibles ocultos en los estados contables que la empresa posee y/o controla en un momento de tiempo concreto.

     La literatura ha proporcionado diversos modelos de medición de capital intelectual que enfatizan distintos aspectos; no obstante, la necesidad de adecuar los modelos a una realidad social y económica en constante evolución orienta y justifica el esfuerzo realizado por mejorar las propuestas precedentes. El modelo Intellectus toma como punto de referencia básico el modelo Intelect (Euroforum, 1998) que distingue tres componentes genéricos de capital intelectual: capital humano, capital estructural y capital relacional. En línea con algunas otras aportaciones previas, y en coherencia con la propia evolución de los conceptos básicos y las prácticas empresariales, el modelo Intellectus desagrega el capital intelectual en cinco componentes:
  • Capital humano.
  • Capital organizativo.
  • Capital tecnológico. 
  • Capital negocio. 
  • Capital social.

   Una primera desagregación del capital estructural en los capitales organizativo y tecnológico la encontramos en los trabajos de Brooking (1996) y Bueno (2001), quienes reconocen la necesidad de separar los aspectos administrativos internos de aquellas otras capacidades más estrechamente vinculadas con el desarrollo de innovaciones tecnológicas incorporadas a productos y/o procesos productivos.

     Por otra parte, la gran heterogeneidad de agentes externos con los que la empresa mantiene relaciones aconseja la distinción entre los capitales negocio -relativo a las relaciones con los principales agentes vinculados con su proceso de negocio básico- y social -relativo a las relaciones con el resto de agentes sociales que actúan en su entorno-, hasta ahora tratados casi siempre de forma conjunta en el denominado capital relacional (Intelect, 1998; Bueno, 2001) o capital cliente (Bontis, 1996; Stewart, 1997)

     El modelo Intellectus comparte con el modelo Intelect (Euroforum, 1998) y el Monitor de Activos Intangibles (Sveiby, 1997) la definición, en cada bloque de capital intelectual, de indicadores relativos a su evolución en el tiempo e, indirectamente, la proyección de éxito de la empresa. En cambio, en otros trabajos el efecto dinámico de los modelos queda incorporado en un bloque de capital intelectual independiente a partir del cual los restantes se van desarrollando (Kaplan y Norton, 1996; Edvinsson y Malone, 1997; Camisón et al., 2000). La primera de las alternativas para integrar la dimensión dinámica del modelo aporta una información más detallada que puede resultar muy útil para la toma de decisiones acerca del desarrollo de las actividades intangibles relativas a cada componente de capital intelectual.

     Junto a estos aspectos relativos a la definición de los componentes de capital intelectual, el tratamiento de otros factores puede resultar de interés a la hora de perfilar los modelos. Si bien el modelo Intellectus se plantea con un carácter flexible para adecuarse a la idiosincrasia sectorial y empresarial, a diferencia de los modelos anteriores, existe en él una clara vocación por definir elementos en cada bloque de capital intelectual que sean comunes, a partir de los cuales diseñar variables e indicadores específicos. El interés de normalizar el informe de capital intelectual de las organizaciones así como abrir las posibilidades a la comparación entre compañías justifica el intento en este extremo. La validación externa realizada por diversos expertos avala la calidad de este planteamiento.

     Por otra parte, numerosas propuestas reconocen la necesidad de incluir la estrategia como un factor de contexto en el diseño de los modelos de capital intelectual (Atkinson, Waterhouse y Wells, 1997; Bueno, 1998, 2001; Meritum, 2002). Sin embargo, esta cuestión se circunscribe en los trabajos al ámbito normativo y se plantea, por tanto, como uno de los desafíos futuros de estos modelos, a partir del concepto denominado "factor multiplicador" en el modelo Intellectus.

     Otro conjunto de aspectos que se plantean como retos del modelo Intellectus pasa por su aproximación hacia el campo de la dirección y gestión de los conocimientos; esto es, su utilización en la toma de decisiones. Para ello, en la línea de trabajos como KMPG (1996), Saint Onge (1996) o Bueno (2001), sería muy interesante aproximarse a la definición de aquellos factores responsables de la eficacia de los procesos de aprendizaje organizativo a todos los niveles así como retomar el tratamiento de las dimensiones epistemológica y ontológica en el proceso de creación de conocimiento (Nonaka y Takeuchi, 1995). De esta forma, se obtendría, en primer lugar, un patrón para estructurar las variables y elementos incluidos en cada uno de los cinco bloques de capital intelectual y, en segundo lugar, se completaría el análisis de las relaciones entre los distintos bloques iniciado por Bontis (1996).

     La inclusión de la relación entre los componentes, elementos y variables de capital intelectual definidos en el modelo Intellectus y el desempeño organizativo se plantea como otro de los desafíos y aplicaciones futuras que, a buen seguro, orientarán los esfuerzos de investigación del equipo.

Se presentan los siguientes aspectos clave que caracterizan el modelo Intellectus, a saber:

Estructura: con relación a la estructura, el modelo Intellectus establece un desarrollo arborescente que trata de facilitar la consideración de las relaciones entre las partes del modelo. En este sentido, cabe hacer referencia conceptual a los niveles que presenta el modelo: 
  • Componentes: agrupación de activos intangibles en función de su naturaleza (capitales).
  • Elementos: grupos homogéneos de activos intangibles de los componentes del capital intelectual.
  • Variables: activos intangibles integrantes de un elemento del capital intelectual. 
  • Indicadores: instrumentos de valoración de los activos intangibles de las organizaciones expresados en diferentes unidades de medida.
Características: En el caso de las características del modelo, y ante la presentación de su estructura, se puede destacar su aspecto sistémico, que expone como un marco ordenado y relacionado, reflexionado desde sus primeros estadios de configuración.

     Además, el modelo concibe en su planteamiento una doble óptica, una interna, a través de su capital humano y capital organizativo, y otra externa, a través de su capital relacional, actuando el capital tecnológico como un elemento interfaz que integra las dos perspectivas.

     El capital humano se refiere al conocimiento (explícito o tácito e individual o social) que poseen las personas y grupos y a su capacidad para generarlo, que resulta útil para la misión de la organización (Guadamillas y Donate, 2005). 

     El capital estructural se define como el conjunto de conocimientos y activos intangibles derivados de los procesos de acción y que se quedan en ella cuando las personas la abandonan. Está integrado por el capital organizativo y el capital tecnológico. Como se ha indicado, el capital organizativo es una parte integrante del capital estructural que se refiere al conjunto de intangibles de naturaleza explícita e implícita, formales e informales, que estructuran y desarrollan de manera eficaz y eficiente la actividad de la organización. El capital tecnológico se define como el conjunto de intangibles vinculados directamente con el desarrollo de las actividades y funciones del sistema técnico de operaciones de la organización responsables tanto de la obtención de productos (bienes y servicios) con una serie de atributos específicos, del desarrollo de procesos de producción eficientes y del avance en la base de conocimientos necesarios para desarrollar futuras innovaciones en productos y servicios.

    Por último, el capital relacional se refiere al conjunto de conocimientos que se incorporan a la organización y a las personas como consecuencia del valor derivado de las relaciones que mantiene con los agentes del mercado y con la sociedad en general. Está integrado por el capital negocio y el capital social. Así, el capital negocio se focaliza en el valor que representan para la organización las relaciones que mantiene con los principales agentes vinculados con su proceso de negocio básico. El capital social se define como el valor que representa para la organización las relaciones que ésta mantiene con los restantes agentes sociales que actúan en su entorno, expresado en términos de integración, compromiso, cooperación, cohesión, conexión y responsabilidad social que la organización quiere establecer con la sociedad. El modelo expone la necesidad de su consideración dinámica, comparando los valores que se estiman en diferentes momentos.

Configuración:  El modelo puede ser considerado flexible, dado que su desarrollo “horizontal y vertical”, en cuanto a variables e indicadores, lo convierte en una herramienta preparada para su adaptación a diferentes realidades organizativas. Alrededor de la configuración se extiende la capacidad básica explicativa del modelo, encontrando, en una sencilla estructura, un gran poder de captación del capital intelectual organizativo.

Presentación del Modelo Intellectus


     Esta presentación formal del modelo esta centrado en la gestión de la información. Así, el planteamiento básico del modelo aparece como un avance metodológico para la medición y gestión del capital intelectual, ya que éste pretende el manejo, no únicamente del stock de conocimiento de la organización, sino también de la materia prima renovadora, es decir, la información. Dado que la estrategia, en su labor de gestión de la innovación, intenta esa adaptación al entorno, el contacto y los flujos de interacción con dicho entorno se traducen en un aspecto fundamental: información; es decir, flujos y contenidos que son la base de la comunicación y que, por tanto, representan la materia prima del contacto en cualquier relación socioeconómica.

     Tanto interna como externamente se concibe fundamental un sistema de gestión de la información como elemento integrante de la gestión de la innovación que permite (Morcillo, 1997): 

- Anticipar y detectar cambios. 
- Limitar los riesgos. 
- Descubrir desviaciones.
- Innovar y reducir costes.
- Detectar posibles alianzas.


Comentarios

  1. Muy buen aporte, con esta información ya podrán apreciar las coincidencias y diferencias entre los modelos estudiados.

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